¿CÓMO SABER SI A UN NIÑO/A O ADOLESCENTE LE HA AFECTADO EMOCIONALMENTE EL COVID-19?
Ningún niño vive ajeno a la realidad que le rodea, incluso los que parecen más despreocupados o los que aparentemente se adaptan con facilidad a circunstancias nuevas.
La situación de pandemia por coronavirus que estamos viviendo ha expuesto a los/as niños/as y adolescentes a una serie de cambios en sus hábitos y rutinas, además de ser testigos de cómo tú, has vivido y gestionado la situación.
Durante estos meses, hemos dedicado varios artículos en nuestro blog para ayudaros a gestionar lo mejor posible el día a día vuestros hijos/as pero ten en cuenta que por muy buena gestión que hayas realizado, esta situación ha podido afectarle, al igual que ocurre en los adultos.
¿Cuál es la diferencia?
Que el modo que tu hijo/a va a expresarte cómo se encuentra no va a ser el mismo que utilizaría un adulto. Del mismo modo, tampoco va a pedirte de forma explícita cuál es la ayuda que necesita.
En nuestra consulta de Psicología Infantil y de Atención a Familias de PSYTECO comprobamos que ningún niño/a toma la iniciativa de solicitar por sí mismo una ayuda psicológica, sin que esto quiera decir que no lo necesite.
Por este motivo, has de ser tú, como padre, madre o tutor responsable quien se ocupe de detectar si necesita ayuda y por supuesto, de proporcionársela a fin de evitar las consecuencias negativas que esta ausencia de apoyo puede llegar a producirle en un futuro.
Recuerda que eres su referente en su regulación emocional y si no cuentas con estrategias para ello, además de transmitirle tus miedos, dudas y preocupaciones, a lo que son muy perceptivos/as, le estarás dejando en una situación de desprotección.
Pero, ¿cómo saber si a tu hijo/a le ha afectado emocionalmente esta situación de pandemia y cómo saber si necesita ayuda?
Como hemos explicado, no lo va a pedir de forma explícita pero sí podrás observar una serie de comportamientos o conductas, que quizás en principio identifiques como algo puntual o como una conducta negativa sin más, pero que si ocurren de forma frecuente y continuada, pueden ser indicativas de que esta situación le ha afectado emocionalmente.
- Tu hijo/a se muestra irascible, más inquieto de lo habitual y sus reacciones emocionales son desmesuradas. Por ejemplo, ante una situación cotidiana como no dejarle ver la tele, se cabrea o se disgusta de una forma que te parece desproporcionada. Se producen gritos, golpes, insultos, voces, portazos y parece tener dentro mucha rabia.
- Tu hijo/a se muestra callado/a, más serio/a, introvertido/a, busca momentos de soledad, no se comunica y observas que no pregunta ni ha preguntado nada en todo este tiempo. Si bien es cierto que quizás tú le has explicado las circunstancias con claridad, ¿no te extraña que no tenga ninguna duda? Tú sí las tienes a pesar de tener información y seguramente tu hijo/a también.
Todos los niños y adolescentes tienen dudas y preocupaciones al igual que los adultos y el hecho de que no las expresen no es indicativo de que estén resueltas sino que puede deberse a otros motivos como por ejemplo:
– Que quizás esté buscando esa información por su cuenta a través de internet o comentándolo con sus amistades. Aspectos que no te garantizan que la información obtenida sea adecuada.
– No las pregunta porque cree que dudar es algo malo.
– O no se atreve a expresarlas porque quizás no quiera preocuparte o bien no encuentra momentos para hacerlo o cuando lo ha hecho tu reacción no fue la más apropiada.
- Prefiere no salir de casa, se muestra miedoso/a, se enfada por no poder relacionarse con sus amigos/as de la forma habitual y prefiere no salir.
- Se encierra demasiado en las tecnologías y los videojuegos y te resulta imposible establecer nuevos límites.
- Incumple normas, discute con frecuencia, te cuesta mucho que realice cualquier tipo de tarea.
- Se encuentra desmotivado, decaído, apático, desorganizado, descuida su higiene, abandona actividades que antes le resultaban gratificantes.
- Se frustra con facilidad, la tarea escolar y el estudio supone una lucha constante, lloros y disgustos habituales. Escuchas de forma frecuente quejas con respecto a que tú no eres su profesor/a y no le puedes mandar hacer tarea.
- Se agravan o aparecen dificultades de aprendizaje y/o de rendimiento.
- Le cuesta conciliar el sueño a él solo por la noche y necesita que le acompañes.
- Alguna conducta o hábito que ya tenía adquirido se pierde.
- Come mucho, rápido y pica entre horas, dice tener hambre siempre.
- Se producen peleas entre hermanos de forma muy frecuente, hay demostraciones más habituales de celos y parece que nada funciona para corregir esas conductas.
Si estás observando de forma frecuente alguna de estas situaciones, quizás sea el momento de pedir ayuda.
Si lo haces ahora, quizás con que tú aprendas unas estrategias para ayudarle en su regulación emocional y favorecer estrategias para la comunicación y gestión de conflictos puede ser suficiente.
Igualmente, si consideras que esta temporada has notado de forma más evidente en ti dudas o carencias para afrontar estas situaciones; se han producido más discrepancias o desacuerdos entre ambos progenitores; o sentís incertidumbre a la hora de afrontar los posibles conflictos familiares y educativos que puede generar la nueva realidad, no dudéis en pedir ayuda.
Conseguiréis iniciar el camino hacia los nuevos retos familiares y educativos que nos presenta la nueva realidad de un modo mucho más efectivo y seguro.
En PSYTECO, Lancia 3 podemos ayudarte. Somos especialistas en Psicología Infantil, Juvenil y Atención Familiar y Educativa. Pídenos información sin compromiso. Teléfono 987 26 32 88
