La madrugada del sábado cambiamos la hora para adaptarla al horario de verano, cambio por el que nuestro organismo puede verse afectado ya que se genera un pequeño desajuste de ritmos circadianos y nuestro cerebro precisa sincronizar sus ‘relojes internos’ para adaptarse a la nueva pauta.
No obstante, esta adaptación suele ser mínima, pudiéndose ver más afectadas las personas mayores y los niños. Una vez superado este periodo de adaptación, este cambio de horario beneficia significativamente el estado de ánimo, el humor e, incluso, el sueño, ya que un mayor número de horas de sol provoca que el cuerpo segregue más melatonina.
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