El 1 de Noviembre, Día de Todos los Santos, acostumbramos a hacer más visibles nuestras pérdidas y nuestros duelos. Flores, visitas a cementerios, actos religiosos… son más frecuentes en estos días.
Son momentos en que nos enfrentamos de manera más directa a las pérdidas de seres queridos. Donde podemos aprovechar para revisar si nuestra vivencia del duelo está dentro de la normalidad o si podría ser un duelo complicado o patológico, acarreándonos consecuencias muy negativas.
Ante el fallecimiento de un ser querido cualquier persona sentirá en mayor o menor medida diferentes sentimientos y emociones. Se han estructurado 5 etapas que no tienen por qué llevar una evolución estable o muy definida, ni manifestarse todas ni del mismo modo en todas las personas y/o circunstancias.
La primera fase suele ser una etapa de negación. En la que se prefiere negar el fallecimiento como modo de amortiguar el golpe. Posteriormente puede aparecer la ira, rabia o resentimiento así como la búsqueda de culpables. Estos sentimientos son frutos de la frustración al percibir la inevitabilidad de la pérdida.
En la siguiente etapa, de negociación, se fantasea con la idea de que se podría llegar a cambiar o revertir esta situación. Indagando así sobre ideas como ¿Qué hubiese pasado si…? ¿Y si no…?.
Posteriormente aparecerá una etapa de depresión, en las que la persona sentirá emociones de vacío y una tristeza profunda y podrían darse situaciones de aislamiento.
Cuando estos sentimientos se gestionan de un modo apropiado, llegará a aparecer una fase de aceptación en las que, asumida la pérdida, la persona convive con su dolor emocional en un contexto en el que su ser querido ya no está
Además, cualquier pérdida genera un proceso de adaptación a una nueva situación en la que se tendrán que realizar los reajustes necesarios en el día a día posterior.
Un duelo normal o no complicado, abarca todos estos sentimientos y comportamientos. Pero, cuándo puede convertirse en un duelo complicado o patológico?
Hablamos de duelo complicado o patológico cuando este se intensifica, se alarga y/o produce que la persona se desborde y no consiga asimilar la nueva situación, reviviendo sentimientos y emociones con una intensidad similar al momento de la pérdida
Diversos factores pueden contribuir a un duelo complicado:
- La relación muy directa con la persona fallecida.
- Circunstancias inesperadas, no previsibles y/o traumáticas.
- Pérdidas múltiples o existencia de duelos complicados anteriores.
- Red de apoyo social.
- Familia escasa.
- Factores relacionados con la propia personalidad de la persona que enfrenta el duelo.
Si estás pasando por un proceso de duelo, es conveniente que estés atento a determinados signos de alarma que podrían indicar que te encuentres ante un duelo complicado.’
- Dificultad para hablar del fallecido sin experimentar un intenso dolor.
- Reacciones emocionales magnificadas e intensas ante acontecimientos poco importantes.
- Ansiedad generalizada.
- La persona no quiere desprenderse de objetos materiales del fallecido.
- Existencia de sintomatología fisiológica o somática similar a la que experimentaba el fallecido antes de la muerte.
- Evitar contactos sociales, familiares, actividades sociales y de ocio. Aislamiento que se alargue en el tiempo.
- Antecedentes de depresión recurrente con baja autoestima o falsa euforia.
- Compulsión de imitación del fallecido por necesidad de compensar la pérdida por identificación con el fallecido.
- Tristeza inexplicable, sobre todo en fechas significativas.
- Miedo a la muerte.
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